sábado, 25 de mayo de 2013

EL ESPECTADOR MARQUERIE



Con motivo de la edición especial para coleccionistas de la película de Edgar Neville La torre de los siete jorobados hemos querido recuperar una crítica que el periodista Alfredo Marqueríe publicó en el semanario La Codorniz, el 10 de diciembre de 1944. La película se había estrenado en Madrid, en el cine Capitol de la Gran Vía, en noviembre de 1944 y duró escasas semanas en cartel. Sin embargo, como veremos, las palabras que Marqueríe dedicó al film demuestran el buen criterio, y el sentido del humor, del periodista, a pesar del fracaso comercial que supuso en su día la cinta. Hoy La torre de los siete jorobados es objeto de culto para todos los aficionados y queda como una de las joyas del cine español de todos los tiempos.


"EL CINE DESDE LA BUTACA"

¡Hombre...! A esto no hay derecho. De modo que nos pasamos la vida diciendo que nuestro cine es malo, que vivimos de la imitación del extranjero, que nuestros guionistas, nuestros argumentistas, nuestro directores no tienen imaginación para elevar los temas a categoría fantástica. Y, de pronto, José Santugini y Edgar Neville se ponen de acuerdo para dejarnos mal. Y cogen una novela de Emilio Carrère, que es ese señor de capa y sombrero ancho, de barba cerrada y gran cachimba en la boca,que escribe unos versos muy bonitos y que inventa historias estupendas. 

Y, después de coger la novela, con el permiso del autor, claro, la transforman en un guión de cine emocionante, interesante y divertido al mismo tiempo. Y después contratan a Guillermo Marín, que interpreta un papel de médico jorobado, que es algo serio, y a seis jorobados más, que no son médicos pero son falsificadores de moneda, y a Isabel de Pomés, y a Antonio Casal y a otros actores excelentes. 

Y hacen construir unos decorados que para sí los quisiera Rambal, con trampas, cuevas, galerías subterráneas, minas, pasadizos y todo eso. Y hacen surgir a otro personaje que se filtra por las paredes y por los espejos como si tal cosa, y le dice a Casal el número de la ruleta donde va a caer la bolita y acierta siempre. Y con un ritmo y una cámara manejada por Barreyre soberbiamente y una música de fondo de Azagra que pone los pelos de punta, hacen La torre de los siete jorobados, que es un peliculón de los buenos, buenos.

VIDA DE ESTE ACTOR








Viernes 24 de mayo. Teatro La Latina. 23:30. Luna llena.

Una larga fila de público espera ansiosa la entrada al Teatro. Hay personas de toda condición: adolescentes, jóvenes y también gente madura con ganas de pasarlo bien; todos se han dado cita en la noche del viernes para asistir a la función de EL INTÉRPRETE, el espectáculo que desde el 22 de marzo llena hasta la bandera el viejo Teatro La Latina. 

Comienza el ritual: las entradas en la mano, el acceso a la sala, la búsqueda de la localidad, el contacto con la butaca, las primeras miradas al escenario aún vacío para comprobar como "veremos" la función desde la localidad adquirida. El escenario, un triángulo equilátero aforado con dos grandes cortinones rojos bermellón con toques de purpurina dorada aquí y allá. A la izquierda, en el lado base del triángulo, tres hombres con sus instrumentos: bajo, percusión y teclados; Gherardo Catanzaro con el piano, el contrabajista Enrico Barbaro y Tao Gutiérrez a la percusión.

En el palco, junto a mi localidad, descubro a Andrés Lima y a Juan Cavestany; no son los únicos profesionales del teatro que han venido a aplaudir a su compañero. Reconocemos los rostros de otros actores, directores, actrices y dramaturgos, estudiantes de la RESAD, productores, gente de la farándula, que aguardan expectantes, como yo, el inicio de la función. 

Unos minutos después comienza la música. Al fondo se abre una puerta. De la penumbra emerge una figura que se sitúa en el centro de la escena y enciende una cerilla. Es él, Asier Etxeandía, EL INTÉRPRETE. Durante el tiempo que tardan en arder en sus dedos dos fósforos, Asier nos introduce en lo que vamos a ver: estamos en 1984, un niño vasco, al que se le da mal el colegio porque no le gustan los jesuitas, se encierra en su cuarto para cantar, cara a la pared para que las notas reboten, las canciones que vibran en su imaginación. A este viaje, con el niño narrador y el intérprete que cumple los deseos de aquel niño, se apunta el auditorio entero desde el instante en el que la voz y el cuerpo de Asier Etxeandía marcan el inicio de la travesía, con el primer tema musical. Y con una máxima: "Expresar el amor". En nuestras  butacas, aunque de carne y hueso, los asistentes haremos las veces de esos amigos invisibles que acudieron a los conciertos de Etxeandia en su infancia.


Y es que EL INTÉRPRETE es una interesante mezcla de monólogo y musical; para hilar el texto, Etxeandia ha contado con la ayuda del dramaturgo Álvaro Tato. Hilvanadas, las canciones preferidas de Asier van desfilando por escena. Desde Chavela Vargas a Janis Joplin, pasando por sus satánicas majestades los Rolling Stones, o el gran David Byrne, las predilecciones del actor van abriéndose hueco ante el entusiasmo del público, junto a Kurt Weill, Héctor Lavoe, Lucho Gatica, La Lupe, Gardel o David Bowie. Una selección musical muy ecléctica, temas con energía que le ayudan a Asier a contar, a estallar en escena.

Las canciones recorren la peripecia vital del actor de Los días no vividos, Los abrazos rotos o la obra de teatro La avería, dirigida por Blanca Portillo. El intérprete alienta a vivir los sueños, desde el lado salvaje de la vida. Nos invita a ser lo que realmente queremos ser, a practicar el amor, el sexo, el deseo y todas aquellas manifestaciones del placer que nos ofrece una existencia que algunos quieren rebajar a cero.


Asier Etxeandía es un grandísimo artista, un verdadero intérprete, versátil, potente. Su voz es un instrumento de alto voltaje y su cuerpo responde con precisión en cada gesto, en cada movimiento. Maravilla verle jugar con el vestuario y los objetos de atrezzo que adquieren vida en sus manos. 


El martes anterior, hemos asistido a la representación de LA CHUNGA, el texto de Mario Vargas Llosa que se representa en el Teatro Español. Y ahí está Asier, dándolo todo. Y el lunes, en doble función, lo hemos podido ver en LA CASA DE LA PORTERA, con la obra SAGRADO CORAZÓN, 45. Un Asier dramático y enorme. 


Tres obras en cartel, tres. Y un mismo actor. Un gran actor. Un excelente intéprete: Asier Etxeandía. 


EL INTÉRPRETE. CON ASIER ETXEANDÍA

TEATRO LA LATINA

HASTA EL 16 DE JUNIO

Dirección: 
Lautaro perotti, Santi Marín y Alvaro Tato

Producción: Factoría Madre Constriktor









CLAUDIO, TíO DE HAMLET




Los personajes secundarios de Shakespeare han dado grandes historias al teatro, como la que imaginó Tom Stoppard en su Rosencrantz y Guildenstern han muerto. La que propone la compañía Rajatabla Teatro en Claudio, tío de Hamlet, entra en el terreno de la hipótesis especulativa para adentrarse en las motivaciones de Claudio, el hermano fatricida del rey Hamlet.

El principal atractivo del montaje reside en mostrar una parte de la historia  que Shakespeare elude enseñarnos. Lo que se pretende es entrar en la mente y en el corazón de Claudio, que aquí se nos presenta como un estadista, un regente que custodia el reino de Dinamarca, ante un príncipe poco interesado en gobernar. Este retrasa constantemente la venganza prometida al espectro de su padre porque sospecha que Claudio tiene razón y porque hay motivos suficientes como para pensar que es mejor otro rey que el rey Hamlet.

Claudio, tio de Hamlet nos muestra la otra cara de la familia, valiéndose para ello de una serie de intervenciones dramatúrgicas, que comienzan con la resurrección del bufón Yorick para vertebrar la narración. Entre las misiones que se le asignan al bufón jorobado destaca la de actuar como conciencia de Claudio, apareciéndose ante él en sus momentos de duda, pues en esta versión Claudio adquiere un tinte humano; un carácter que duda, que se justifica, que reclama ser escuchado en sus motivaciones.

Asistimos, por tanto, a la autodefensa de Claudio, al que Shakespeare condena. Desde esta perspectiva la obra reflexiona sobre la voluntad, el poder y los límites del individuo. Sin embargo quien no conozca el Hamlet original podrá hacerse una idea muy clara de la fábula que cuenta, pues la dramaturgia realizada por Ozkar Galán y Antonio Guijosa no renuncia a presentar, mediante diálogos bien trenzados, las situaciones decisivas que afectan a los personajes principales del texto canónico.

Además de las brillantes interpretaciones, en Claudio, tío de Hamlet merece una mención especial la sencilla y muy efectiva escenografía, que resuelve situaciones complejas con una belleza notable. 

Ofelia, abatida por la sinrazón del príncipe, decide poner fin a su vida, y a la vida de la criatura que lleva dentro, dejándose llevar por el río. Un cristal en el suelo, una luz filtrada y un gesto de las manos de la actriz mientras se despide de la vida, conmueve al espectador hasta la lágrima.

martes, 21 de mayo de 2013

Sostiene Pereira o la necesidad de...



Sostiene Pereira (1995). 
Antonio Tabucchi
Editorial Anagrama
182 páginas

"Monteiro Rossi hizo ademán de levantarse, 
choco contra la mesa, la jarra de cerveza que tenía delante 
se cayó y él se manchó completamente sus bonitos pantalones blancos. 
Le pido perdón, farfulló Pereira. 
Es culpa mía, soy un desastre, dijo el joven, me sucede a menudo, 
usted es el señor Pereira del Lisboa, supongo, siéntese, se lo ruego. 
Y le tendió la mano".

Sostiene Pereira, p.20


Sostiene Eva Langstrump que toda creadora debería plantearse, en algún momento de su vida, cuál es su necesidad moral y política, en relación a la realidad que la rodea. Sostiene además que dicha pregunta -así como la necesidad que la motiva-, incómoda por momentos, es insoslayable si lo que se pretende es hacer arte.

Antonio Tabucchi trata de demostrárnoslo por la mejor vía: la de la ficción. A través de dos personajes tan memorables como el señor Pereira y su empleado escritor de necrológicas anticipadas, Monteiro Rossi. La novela, ambientada en la Lisboa salazarista de los años treinta, narra el resurgir a la vida de un periodista, intelectual a la violeta, después de enviudar. Su viaje de transformación tiene que ver justamente con esa necesidad de pronunciarse, con la imposibilidad de mantener un silencio neutral cuando lo que se perpetra a nuestro alrededor son auténticas injusticias. Monteiro Rosi, un joven escritor comprometido políticamente, enciende el chispazo que provoca el comienzo del cambio del viejo protagonista.

Escrita en un tono objetivo, como de crónica periodística, la novela de Tabucchi juega con la omnisciencia de ese narrador que reconstruye los hechos a partir del testimonio del personaje Pereira. Un interesante juego de puntos de vista. Tan interesante como los dos personajes principales, magistralmente caracterizados desde sus primeras líneas. Y tanto, también, como la ciudad de Lisboa, el tercer personaje de esta obra que la retrata, la refleja y nos la hace llegar de forma directa.

Sostiene Eva Langstrump que ella ya se ha formulado esa pregunta: la pregunta por la necesidad de comprometerse y romper el silencio. Sostiene también que estamos ante una gran novela que debe ser leída y releída. Sostiene que deberían empezar ya.

Tragedia yerma: la pérdida de Lorca



Yerma. De Federico García Lorca. Con Silvia Marsó y Marcial Álvarez.
Escenografía de Mónica Boromello. Música de Enrique Morente. Iluminación de Juan Gómez-Cornejo. Dirección de Miguel Narros.
Teatro María Guerrero. Centro Dramático Nacional
C/ Tamayo y Baus, 4
11 Enero-17 Febrero 2013

Cuando Lorca escribió Yerma en 1934, dibujó la tragedia de un deseo insatisfecho: el de su protagonista por engendrar hijos y la presunta incapacidad de su marido. Como parte de la trilogía de grandes tragedias lorquianas, la obra se encuentra entre las principales del teatro español de todas las épocas. Junto con Bodas de Sangre y La casa de Bernarda Alba, Yerma supone la cima dramatúrgica de su autor y, en cierta medida, la de la tragedia en nuestro país.

En el nuestro como en cualquiera, el género de la tragedia no implica tanto el sufrimiento extremo de los personajes, como su peculiar manera de hacer frente al mismo: un denodado ejercicio de contención. Los personajes trágicos deciden aun sabiendo que su decisión provocará un gran dolor; y en esa disyuntiva inevitable los héroes y las heroínas -lo mismo Yerma que Clitemnestra- se muestran espartanas. Es de suponer, y quien esto escribe así lo hace, que todos los creadores y las creadoras tienen una innegable responsabilidad a la hora de revisitar los clásicos. Tanto más, cuando se trata de una obra de esta talla. Hace tiempo que la escenificación arqueológica quedó relegada a pieza de museo; no se trata de eso. Toda puesta en escena actualiza la obra, sus símbolos y sus significados; y en ese sentido debe aspirar a enriquecer el texto que ya es patrimonio universal. Solo así tiene sentido entender este último como un bien, un derecho y una responsabilidad que nos atañe a todas y a todos; solo así podemos entender el sentido público de la palabra 'cultura'.

Dicho esto, pasamos a comentar la puesta en escena de Miguel Narros (1928; Premio Nacional de Teatro en 1959 y 1987), estrenada el pasado mes de enero en el Centro Dramático Nacional. Diremos que se trata de un montaje que arranca con una interesante concepción del espacio escénico, que sin embargo tiende a perder fuerza a medida que el espectáculo avanza.

¿Es lícito transformar el género de una obra y mantener el nombre de su autor en el cartel? A medida que el espacio desvela su falta de evolución, la tragedia prometida se revela como eso: mera promesa de lo que pudo ser y deseamos que fuera. Pero nunca fue. Ni en las intenciones interpretativas de los actores: una Silvia Marsó próxima a la histeria, y un Marcial Álvarez simplemente insustancial. Ni en el tratamiento de los personajes secundarios: las lavanderas, las hermanas de Juan... Tampoco en el tratamiento de los elementos simbólicos y rituales presentes en el texto, simplemente invisibles en la puesta en escena.

Si se desea ahondar en el elemento costumbrista de la dramaturgia lorquiana, quizá pueda sacársele provecho al montaje. A costa, eso sí, de perder la tragedia, el rito, el personaje... e incluso a Lorca. El público, que no pareció defraudado, rió de buena gana, eso sí, en varios momentos de la representación. En plena coherencia con la parodia que se desarrollaba ante nuestros ojos.

miércoles, 15 de mayo de 2013

EL ÚLTIMO DOBLAJE



"Le han cambiado la voz", era una expresión muy popular que se usaba en los cines y hogares españoles, aún no hace demasiados años, cuando por fallecimiento o imposibilidad se reemplazaba al doblador o dobladora habitual que ponía su voz al servicio de las estrellas de Hollywood. El público se había acostumbrado a la voz española de Bogart, de James Stewart, de Marlon Brando o Woody Allen y era capaz de apreciar cuando se producía un cambio. La voz se cosía de tal forma a la presencia física del actor que ambos rasgos se constituían en una unidad sin solución de continuidad. No hace demasiados años, pero eran otros tiempos.

Hace dos días, el pasado lunes 12 de mayo nos despertamos con la noticia del fallecimiento de Constantino Romero, actor, locutor y presentador, pero sobre todo una de las voces más prestigiosas y reconocibles del doblaje en español.

Nacido en Albacete en 1947, Constantino Romero inició su andadura profesional en Radio Barcelona a la edad de 18 años, medio en el que trabajaría hasta que dio el salto a la pequeña pantalla en 1985. En la televisión Constantino Romero alcanzaría la fama, primero gracias a su labor como presentador de programas de entretenimiento y después por sus frecuentes apariciones en anuncios publicitarios.

Menos conocida es su trayectoria como actor de teatro musical y de cine. En 1984, a la edad de 36 años, debutó como actor teatral en La ópera de tres centavos, dirigida por Mario Gas, artista con el que volvería a trabajar en los musicales Sweeney Tood, en 1995 y A little night music, en el año 2000, obras ambas del autor Stephen Sondheim. También tuvo una actuación destacada en el musical The little shop of horrors, dirigido en esta ocasión por Joan Lluis Bozzo. En cine participó como actor de reparto en las películas La verdad oculta, dirigida por Carlos Benpar, Di que sí, de Juan Calvo y Héroes, de Pau Freixas

Aunque conquistó la popularidad gracias a su faceta como presentador de televisión, fue sin duda la continuada presencia de su voz en las películas, la labor más oculta e interesante que Constantino Romero realizó en toda su trayectoria. En una profesión tan denostada por la inteligentsia española como es la de doblador, Constantino Romero ha dejado algunos hitos en la historia del cine por su habilidad para encajar y sincronizar su grave voz de acero en los labios de grandes estrellas del cine americano, como Clint Eastwood, Sean Connery o Arnold Swarzenegger.

Hace treinta años, cuando el cine empezaba a ser algo más que una afición para mi, vi en un cine de reestreno con versión doblada, la película de Ridley Scott, Blade Runner. La historia de aquellos seres replicantes, casi humanos, que anhelaban vivir más allá de las limitaciones impuestas por la tecnología que los creó, me perturbó de una manera tan profunda que resultó decisiva para encaminar mis pasos hacia la escritura de ficción.

La imagen es muy conocida: la vida del escultural cuerpo de Nexus se termina. Después de una lucha brutal con el policía que lo persigue, Nexus le salva la vida y se sienta a morir en medio de la noche, semidesnudo, en una azotea oscura bajo la lluvia, con una paloma blanca entre las manos. El texto también es muy recordado: "Yo he visto cosas que vosotros jamás creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir."

Aquella voz crepuscular, sensible y única era la voz de Constantino Romero. El último doblador.











DECONSTRUYENDO A SHAKESPEARE



¿Y si Claudio, el hermano del rey Hamlet, hubiera actuado de forma correcta? ¿Qué pasaría si la eliminación del monarca constituyese un acto de justicia política? ¿Y sí su muerte fuera la única solución posible para Dinamarca?

La compañía Rajatabla presenta CLAUDIO, TÍO DE HAMLET, una lectura del clásico de Shakespeare, que tuvo su primer contacto con el público en el OFF-Almagro del pasado año y ahora llega a la cartelera de Madrid, después de un intento fallido en la Sala Kubik, cerrada por orden municipal unos días antes de su estreno.

"La idea de partida era indagar en la otra cara del magnicidio, en las razones que Claudio podría tener para acabar con la vida de su hermano, el Rey", dice su director, Antonio Guijosa, que también es co-autor de la dramaturgia, junto a Ozkar Galán. "Me he planteado una propuesta que se alejara de la verticalidad con la que habitualmente se trata el teatro de Shakespeare", afirma Guijosa, joven director egresado de la Real Escuela Superior de Arte Dramático y colaborador habitual de Ernesto Caballero.

 "Desconfío de lo que dicen a primera vista las palabras del autor inglés. Respeto los criterios que se utilizan en los montajes, pero nada se dice sobre la personalidad del Rey Hamlet, de su carácter déspota, de su afán bélico", añade el director. Sobre su trabajo con el dramaturgo Ozkar Galán Guijosa señala; "Ha sido arduo y largo, ha consistido en ver de qué manera se podían ofrecer los argumentos de Claudio desde un punto de vista verosimil, sin renunciar a la comedia ni al uso de chistes".

El actor Ernesto Arias interpreta al personaje de Claudio; "por mi parte me he dedicado a intentar comprender al personaje que estaba escrito en el material", dice Arias, que manifiesta su interés personal en este tipo de intervenciones dramatúrgicas en los textos clásicos; "no podemos saber cómo los actores interpretaban a Shakespeare en el siglo XVII, ni el sentido que se le daba a sus palabras. Creo que es lícito, hoy en día, especular con las motivaciones de unos personajes tan potentes".

"Los actores Ernesto Arias, Verónica Ronda y Eduardo Mallo son parte integrante del proyecto desde sus inicios e impulsores definitivos de su producción. Para contar la historia hemos resucitado al personaje del bufón Yorick, que además de actuar como narrador aporta los toques más cómicos del montaje", concluye el director.



CLAUDIO, TÍO DE HAMLET, de Antonio Guijosa
SALA EL SOL DE YORK
Hasta el 19 de mayo de 2013
De jueves  a sábado a las 20:30
Domingos a las 19